“How often do we tell our own life story? How often do we adjust, embellish, make sly cuts? And the longer life goes on,
the fewer are those around to challenge our account, to remind us that our life is not our life, merely the story we have told
about our life. Told to others, but – mainly – to ourselves.”
Aún recuerdo la sensación de asombro y la seguridad que tuve de que había encontrado un escritor al que iba a seguir toda mi vida la primera vez que leí un libro de Julian Barnes. Han pasado 20 años y muchas novelas desde mi primera lectura de Talking it Over (Hablando del Asunto, 1991, Anagrama Andanzas) y Barnes todavía consigue atraparme cada vez que leo algo suyo.
Supongo que, hasta cierto punto, debería asustarme del hecho de coincidir con la visión de la vida de una persona dos generaciones mayor que yo: La búsqueda de las razones de la mutabilidad de la geografía de nuestra memoria, la elusividad de la verdad, de como el ser humano se emperra en readaptar sus recuerdos para poder convivir con su conciencia y con los objetivos y sueños que se crean en nuestra juventud (no ya por el simple hecho de aceptar que algunos de ellos son inalcanzables sino por como conseguimos borrarlos de nuestra memoria para crearnos ‘nuevos-viejos’ objetivos más acordes con nuestro presente).
The sense of an ending no es más que eso. La exploración que Tony hace de su vida y sus esfuerzos por explorar esa geografía elusiva y confusa que es la memoria de tiempos pasados, luchando contra el impulso de redefinición que a todos nos asalta. Dudando de sus recuerdos y de las emociones que esos evocan por la seguridad de que muchos de ellos habrán mutado…
Huelga decir que la he devorado, que me ha encantado y que la recomiendo encarecidamente.
Y si bien comprendo a quienes no puedan disfrutar de la obra de Barnes por la inherente pedantería y falta de emotividad que, a veces, desprenden algunos de sus personajes, yo no puedo dejar de celebrarla y regocijarme en la cerebralidad de la exploración de la idea principal del libro.
Por ponerle algún pero decir que sus 150 páginas se me han hecho muy cortas, aunque en estos tiempos en los que cualquier novela supera las 600 páginas se agradece un respiro de vez en cuando.
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